Estoy a punto de terminar la baja de maternidad y releo algo que escribí hace 4 meses, pues lo tenía en modo «borrador». Eran sólo ideas, palabras escritas en alguna de las noches de lactancia. Tenía en el corazón el deseo de compartir la gran alegría del nacimiento de mi hijo Miguel, pues todo había acontecido «como si nada», sin visitas en el hospital, sin la cercanía de nuestra familia extensa, sin la celebración juntos del gozo de un acontecimiento tan extraordinario como el nacimiento de un niño. Claro que nos alegramos y compartimos dicha alegría con nuestros familiares y amigos, pues recibimos llamadas, regalos sorpresa a domicilio, etc. Sin embargo, parecía que nacía en el momento más inadecuado.
¡Han pasado ya 16 semanas! Y la vida sigue. Y continúo pensando que Miguel ha nacido en el mejor momento, pues… ¡es bueno que exista!
Estas semanas y las que están por llegar, me han dejado muy presente la importancia de la familia, su llamada a dar respuesta a los males que nos acechan, a base de bien, ¡somos fuente de alegría y esperanza! Quizá algún día la humidad descubra que todos pertenecemos a una misma familia, mientras os animo a cuidar la vuestra como el bien más preciado y poder ser testigos de esperanza durante la pandemia, siendo una semilla que florezca en la postpandemia.
¡El mundo entero está sediento de vida! Y pronto se aproxima la celebración del nacimiento de un Niño, la Navidad. ¿Le daremos la bienvenida?
La familia es una comunidad de personas, la célula social más pequeña y, como tal, es una institución fundamental para la vida de toda sociedad.
AÑO INTERNACIONAL DE LA FAMILIA- 1994
CARTA
GRATISIMAM SANE
DEL SUMO PONTÍFICE
JUAN PABLO II
A LAS FAMILIAS
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